Hay cosas que enfadan. Como lo que se embolsa la SGAE cada vez que compro un dispositivo de almacenamiento óptico. Es decir, CDs y DVDs grabables; aquí es lícito utilizar también la "v", dado que han encontrado un dispositivo "gravable" y, en consecuencia, un ingreso chollo que no sabemos muy bien a dónde va a parar.
Esta mañana he necesitado comprar unos CDs para almacenar algo de música. En la tienda a la que he acudido ya no había discos "estándar" de los que han servido tanto para guardar datos como para crear discos de audio. Me he visto obligada a escoger un soporte exclusivo para audio y mi sorpresa ha sido mayúscula cuando he pagado 1,85 euros por un CD para audio, cuando a su lado he visto que un DVD+R de la misma conocida marca (que utilizo desde que copiaba mis vinilos en cinta magnética) costaba 1,30 euros.
Ahora no voy a entrar en polémicas sobre el canon de la leche, sobre quién se beneficia de que yo utilice ese disco para guardar, no sé, el audio de un álbum jamás reeditado desde su primera edición, de un grupo extranjero. ¿Controlan que los derechos correspondan a un autor no nacional? ¿Acaso se han planteado que yo demando *ese disco* que ya no existe en el mercado, que deseo tenerlo, escucharlo, difundirlo, compartirlo, como bien cultural que es, y que nadie reedita "porque no sale rentable"? Son preguntas retóricas que me planteo de vez en cuando. La que aquí escribe tradicionalmente ha sido gran consumidora de música y cine, y a la que desde la noche de los tiempos le han venido timando, como en tantas otras cosas, con precios más que abusivos.
Mi reflexión de hoy va por otros derroteros. Una no termina de entender que la música sea más cara que el cine, cuando los costes de producción son abismalmente distintos. Me encanta ir a las tiendas y encontrarme con obras maestras del cine por dos duros (ay, si los clásicos levantaran la cabeza y vieran las copias tan horribles que circulan, como "La fiera de mi niña"), porque entonces no merece la pena la labor de realizar una copia casera. Pero jamás topo con esos chollos en el campo musical. Pagar más de veinte o veinticinco euros por un álbum me parece desorbitado y ello no hace sino impulsarme a hacer una copia casera; en el fondo, el canon me está dando permiso tácito para pedir prestado ese disco o bajármelo de Internet, cosa a la que me he venido resistiendo durante mucho tiempo, salvo en la ardua búsqueda de caras-B, maquetas inéditas, rarezas legales, álbumes jamás reeditados, etc.
Y es que son los tiranos del canon los primeros que propician el pirateo, con semejante cobro de impuestos al más puro estilo del señorío medieval. Con todo ello, me siento de lo más legal. Como me desagrada la calidad del cine colgado en Internet, pago religiosamente el alquiler del DVD (del que parte irá a la SGAE, cómo no) y el canon del soporte en el que lo voy a copiar, así que... no me avergüenzo de admitir que con cien megaherzios por banda ancha, DVD a todo Mega, voy atesorando joyitas del cine y la música sin rubor, aunque en el fondo eche de menos aquellos tiempos en que comprar discos era pasarse horas y horas rebuscando entre vistosos álbumes de vinilo. Ay...
Otra pregunta retórica: ¿Puedo enviarles todos los discos que se me estropean -que en doce años han sido muchos- para que me devuelvan el dinero?
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