Calle 14: 2011

El toque Lubitsch

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  • 23 diciembre 2011
  • Retroclásica

  • Acabo de hacer una lista de películas imprescindibles para la navidad (para hacerla más llevadera para aquellos que la aguantamos poco) e, indiscutiblemente, me han entrado unas ganas irrefrenables de revisar una película de las que veo, como mínimo, cada dos años.

    Ver una película de Ernst Lubitsch es, para mí, un acontecimiento que va más allá del simple hecho de poner un deuvedé casero. He tenido la suerte de ver todo Lubitsch (todo el que se conserva) en una sala de cine; todo: el mudo y el sonoro, la etapa alemana y la americana (que es la que más o menos conocemos todos) y de conocer unos pocos detalles de la mano de Nicola Lubitsch, la hija del director, que era una niña cuando éste murió en 1947 (pocos meses después de que le dieran el Oscar honorífico que muestra en la foto).

    Por suerte, la filmografía de Lubitsch está en buenas manos y se ha ido recuperando poco a poco. Especialmente apreciable el esfuerzo por editar la colección "Lubitsch en Berlín", con el impagable documental del mismo título dirigido por Robert Fischer, quien también pasó unos días en Donostia para presentarlo durante la retrospectiva. Así, ya no es necesario esperar a que algún alma caritativa recupere en un cine club obras como "La princesa de las ostras", "Sumurun" o "Carmen".

    El paso de Lubitsch a Hollywood propició que ese talento para la comedia, ese lenguaje nuevo que empezaba a perfilar ya en sus comedias europeas, se beneficiara del sentido del espectáculo que en los años treinta, con el sonoro, la industria americana del cine había empezado a explotar.

    Desde mi punto de vista, "el toque Lubitsch" es uno de los mayores ingenios del cine (y, por extensión, del teatro). Como cuenta Nicola, consiste en "la inteligencia del espectador", con la que el director cuenta de antemano. Esa inteligencia que no necesita parafernalias, ni que le expliquen mutis, elipsis narrativas, o tramas enrevesadas. El toque Lubitsch está llevado al extremo en una de las historias más cortas rodadas por el autor, el episodio "The clerk" de la película "If I had a million" ("Si yo tuviera un millón", varios, 1932): Charles Laughton haciendo lo que la mayoría de los ciudadanos desean hacer cuando recibe un dinero generoso e inesperado. (Quien quiera saberlo, que vea la película, no voy a restarle la gracia al asunto).

    Una navidad ideal sería aquella en la que revisar la filmografía de Lubitsh. Un empacho de buen cine en toda regla; encerrarse en casa con o sin familia, y ni comer, ni cenar, ni llamadas de felicitación, ni vecinos cantando villancicos. Pero viendo que eso es una idea inalcanzable, si tengo que escoger una sola película para ver tranquilamente en Nochebuena con mis padres, ignorando deliberadamente los falsos festejos televisivos, ésta va a ser "El bazar de las sorpresas" ("The shop around the corner" 1940). Una historia que denota la formación teatral de Lubitsch en Berlín, que no necesita más que de las cuatro paredes y algunas puertas de la tienda del señor Matuschek (Frank Morgan); un próspero negocio de regalos en plena campaña de navidad, en el que trabajan el eficiente Alfred Kralik (James Stewart) y la romántica Klara Novak (Margaret Sullavan), quienes, ignorándolo, están viviendo un romance epistolar paralelo a su mala relación laboral. Cartas manuscritas y selladas que vienen y van, citas a ciegas en el otro escenario importante de la película, el café, con un libro y una flor como forma de identificar al otro.

    Una trama aparentemente inofensiva pero que Lubitsch aprovecha para administrar su dosis de ironía, de humor corrosivo, donde cabe la infidelidad, hay un hueco para el trepa, el pelota; donde la gente se equivoca y puede ser cruel; pero cabe también una recompensa a la lealtad, donde errar es humano y perdonar también. Quizá en manos de otro director con menos personalidad hubiera resultado otra empalagosa comedia romántica. No, Lubitsch inventó la comedia sofisticada, ligeramente inspirada en los vodeviles teatrales en los que el equívoco era el rey de la trama, y que con las posibilidades del cine (y, obviamente, con todo su talento) llevó a su máxima expresión.

    Una historia del Bronx

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  • 16 noviembre 2011
  • Retroclásica
  • "A Bronx Tale". Robert De Niro, 1993.


    El Bronx, Nueva York, años 60. Lorenzo es un conductor de autobús a quien le cuesta un esfuerzo y muchas renuncias mantener a su familia. Trata de educar a su hijo de nueve años, Calogero, para ser un ciudadano honrado. Pero viven en un barrio en el que impera la ley de la calle, y en una zona dominada por un gángster ilustrado, Sonny. Un día, Sonny mata a una persona en presencia de Calogero, quien le encubre, lo que le lleva al mafioso a convertirse en su protector.


    Calogero emprenderá una doble educación a partir de entonces: la que su padre le da para que "no malgaste su talento", es decir, para que se gane la vida de forma honesta, y la de la ley de la calle, las tentaciones y el dinero fácil representada por Sonny. Lorenzo nunca verá con buenos ojos esa admiración que su hijo siente por el gángster, pero él mismo no es perfecto y también terminará aprendiendo otros valores de su hijo.

    Dos puntos de vista opuestos sobre la ética o la falta de ella, la amistad, la lealtad, los valores de las personas y el crecimiento en un entorno nada fácil.


    Ópera prima de De Niro como director (que encarna aquí a Lorenzo), podríamos decir que es un brillante debut en el que se nota la huella que en él ha dejado Martin Scorsese, con quien ha trabajado en películas como Taxi Driver, Uno de los nuestros, Toro Salvaje o Casino, entre otras. Pero, sin duda alguna, la película se sostiene especialmente en un guión excelente escrito por Chazz Palminteri, que se basa en su propia obra de teatro, y que en lugar de los derechos de autor quiso reservarse para sí la escritura del guión y el personaje de Sonny, que le va como un guante y no sólo por su físico.

    También acompañan la excelente fotografía y una buena banda sonora que atenúa el melodramatismo de la historia, proporcionándole un buen ritmo de acción. Lo más apreciable es que la historia es sencilla y no confunde al espectador con innecesarios embrollos. Se trata de resaltar lo difícil que es ser fiel a unos valores éticos basados en el respeto y la honradez, frente a los placeres que reporta la vida del gángster, en la que también cabe la adoración, la amistad, la admiración; un brillo que puede cegar y provocar a una persona la toma de decisiones en la dirección incorrecta.

    An education

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  • 10 octubre 2011
  • Retroclásica

  • Este curso en el cine fórum de MCM vamos a comenzar por comentar un clásico reciente: "An education" (Lone Scherfig, 2009). Se trata de la historia de una adolescente, Jenny (Carey Mulligan); es una estudiante brillante en una familia muy tradicional, que tiene el sueño de entrar en Oxford, hablar francés y ser chic. Y todo comienza a cambiar cuando conoce a un hombre mayor que ella con el que emprende su otra educación como adulta.

    Foto: Kerry Brown / Sony Pictures Classics

    La historia está situada en el Londres de los primeros años sesenta, una época muy austera producto de la dura posguerra, lo que le imprime a la película una estética atractiva y limpia, desde la cuidadísima ambientación hasta la selección musical, de la que destacamos esa pasión de la protagonista por todo lo francés, y en especial por la legendiaria Juliette Gréco.

    El gran acierto de la película es, sin duda, la elección de su protagonista. Carey Mulligan se ha revelado como una extraordinaria actriz a tener en cuenta; no sólo es físicamente perfecta para el papel, es su capacidad de transmitir al espectador ese deseo de volar del nido y empaparse de todo el glamour y la sofisticación que no encuentra en su entorno familiar. Encarna perfectamente las sensaciones de las primeras experiencias sociales, intelectuales, sexuales y sensuales, como si todos los sueños de adolescencia fueran a cumplirse de golpe. Hay algo en esta actriz que, no sé, no se repetía desde los inicios en el cine de Audrey Hepburn, y no sabría decir exactamente qué es.

    En la película tenemos un reparto muy interesante; Peter Sarsgaard es David, el hombre del que Jenny se enamora; Alfred Molina encarna al padre conservador y austero de Jenny; Olivia Williams es la profesora vocacional convencida del talento de la protagonista y preocupada por la posibilidad de que ésta arruine su futuro; y Emma Thompson encarna a la implacable y antipática directora del colegio. Pero a pesar de todas estas veteranas estrellas de la interpretación, el peso de la narración recae casi por completo en Carey Mulligan.

    El guión es de Nick Hornby, novelista y guionista que ha firmado otros títulos como "Un niño grande" y "Alta fidelidad", y en este caso está basado en las memorias de la periodista Lynn Barber, publicadas en una revista.

    Dirige la danesa Lone Scherfig, de quien se estrena en estos días "One day", y que ha dirigido otras propuestas interesantes como "Wilbur se quiere suicidar" o "Italiano para principiantes".

    Para quienes se la perdieron en el cine, imprescindible recuperarla en DVD o Bluray.

    Zinemaldia 2011: Jacques Demy

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  • 16 septiembre 2011
  • Retroclásica

  • En la línea habitual del Festival de Cine de San Sebastián, la retrospectiva clásica repasará la filmografía de un director a reivindicar en el panorama del cine mundial. Esta vez, como una prolongación del ciclo que Nosferatu ha dejado a François Truffaut, se ha elegido al francés Jacques Demy del que se proyectarán todos sus largometrajes y algunos cortos, además de tres títulos firmados por su viuda, Agnès Varda, relacionados con la vida y la filmografía del director.

    El cine de Demy da especialmente importancia a la música: una buena parte de sus películas son musicales que mira más a Hollywood que a la Nouvelle Vague donde, por generación, el cineasta ha sido encajado tradicionalmente. Demy tuvo, desde el principio, el gran acierto de contar con uno de los más grandes compositores de música para el cine: Michel Legrand, junto al que alcanzaría el éxito internacional con la película Les parapluies de Cherbourg.

    Demy tuvo la suerte de contar con actrices de la talla de Catherine Deneuve, Françoise Dorleac, Anouk Aimée, Jeanne Moreau, o actores como Gene Kelly e Yves Montand, entre otros.

    La que aquí escribe tan sólo conoce los títulos emblemáticos, es decir, "Los paraguas...", "Les demoiselles de Rochefort" y "Model shop", así que se toma esta retrospectiva como una forma de hacer justicia a un director original y colorista.

    Hoy arrancamos el festival con los siguientes títulos:

    - Los cortometrajes "Ars", "Le sabotier du Val de Loire", "Le bel indifférent", y el fragmento "La luxure" de la película "Les sept péchés capitaux". Todos en una sola sesión, cuyo segundo y último pase tendrá lugar mañana.

    - "Lola" y "Model Shop", ambas protagonizadas por Anouk Aimée

    - "Les parapluies de Cherbourg", el emblemático musical protagonizado por Catherine Deneuve y Nino Castelnuovo.

    SOMBRAS DIGITALES

    Este año nos toca también ocuparnos del cine chino digital. Un ámbito muy desconocido porque raramente llegan estas películas a los circuitos comerciales, incluso al mundo del deuvedé o la propia descarga. Así que con total desconocimiento artístico (que no técnico) de lo que me voy a encontrar, tendré oportunidad de conocer a los cineastas de un país en el que no es fácil ser creativo con libertad; de ahí que la temática predominante en estos títulos haga especial énfasis en los problemas sociales de un país enorme en plena expansión mundial.

    What matters most, lo que verdaderamente importa

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  • 11 septiembre 2011
  • Retroclásica

  • A estas alturas Barbra Streisand no tiene nada que demostrar y, sin embargo, sigue regalándonos el oído con otro buen álbum (éste hace el número 65). Quizá lo que quiere demostrar es que si hay algo que aprecia en su vida es la amistad y la fidelidad (al menos en ese ámbito). Fiel, cómo no, a su discográfica, Columbia, con la que firmó su primer contrato hace casi cincuenta años; como lo es a su representante desde entonces, Martin Erlichman. Y ésa es la cifra que abarca su relación con la pareja de letristas Alan y Marilyn Bergman, un matrimonio prolífico y brillante que ha firmado las letras más bellas e interesantes de la canción ligera norteamericana de las últimas décadas; de hecho, Marilyn ha sido durante años la presidenta de ASCAP, la sociedad americana de compositores, autores y editores.


    Los Bergman conocieron a Barbra cuando ésta empezaba como "telonera" de figuras consagradas en los clubes del Greenwich Village de Nueva York. Ellos, algunos años mayores que Barbra, eran unos escritores que empezaban a desputar en Broadway colaborando con los músicos en activo. Tras la experiencia de ver a ese prodigio de diecinueve años, se acercaron al camerino, donde Alan inició su amistad con la cantante con una pregunta muy simple: "¿Te das cuenta de lo buena que eres?".

    A partir de entonces no sólo fueron convirtiéndose en escritores de cabecera de los standards que iba incluyendo en sus álbumes, sino también en una familia sólida en la que apoyarse en los momentos buenos y en los no tan buenos. Artísticamente llegaron a su mayor productividad cuando en el equipo entró a formar parte el compositor Michel Legrand, que desde el álbum "Je m'apelle Barbra" aportó toda su creatividad, siendo "Yentl" quizá el mejor producto de la colaboración Streisand-Bergman-Legrand, trabajo que fue recompensado con un Óscar a la mejor banda sonora en 1983.


    Mi Legrand-Bergman favorito interpretado por Barbra pertenece a una banda sonora de la que ya he hablado aquí en otro artículo; el tema es "What are you doing the rest of your life?" y la película "The happy ending", de Richard Brooks. Como ha comentado Alan Bergman en más de una ocasión, Barbra es capaz de cantar una interrogación, de interpretar el significado de una letra, de dar el matiz exacto. (La letra de esta canción es, simplemente, una maravilla).

    La mejor forma de comprobarlo es acudiendo al último álbum publicado por la de Brooklyn, "What matters most", una colección de temas con letra de Alan y Marilyn Bergman hasta ahora no interpretados por Streisand; el más fácil de identificar (al menos por los cinéfilos" es "The windmills of your mind", perteneciente a la banda sonora de "The Thomas Crown Affair" (Norman Jewison, 1968), una belleza de canción que ha tenido innumerables versiones, entre ellas las de Sting, Dianne Reeves, Dusty Springfield o Dizzy Gillespie, por nombrar algunas.

    Quienes compren la edición deluxe tendrán como premio un disco extra con la enésima reedición de los temas de los Bergman que Barbra ya ha interpretado en otros álbumes, desde la archiconocida "The way we were", pasando por la mencionada "What are you doing...", un par de temas de "Yentl" o "Summer of '42". Vamos, joyitas de las imprescindibles para los amantes de la buena música. Un detalle, el álbum está dedicado al fallecido director Sidney Pollack, para el que la cantante y los letristas trabajaron en la película "Tal como éramos". Y otro detalle, la peor portada de un álbum de Barbra en muchísimo tiempo. De ahí que ni me haya molestado en colocarla.

    Senderos de Gloria (Stanley Kubrick, 1957)

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  • 30 mayo 2011
  • Retroclásica

  • Cerramos el cine forum escolar de este curso en MCM con una película que, pese a ser muy grande, sigue siendo desconocida para mucha gente. "Senderos de Gloria" (Paths of glory, Stanley Kubrick 1957) es una de las mejores películas que se han rodado hasta hoy. Ambientada en la I Guerra Mundial, su fotografía en blanco y negro es capaz de transmitir la crudeza, la humedad, el barro de las trincheras, la sangre de la batalla y también la frialdad de los mandatarios militares en sus poltronas. De esta película, además de la ya mencionada fotografía, quedan en la retina esos recorridos visuales por las trincheras y la imagen de un gran Kirk Douglas saliendo de la zanja, con el arma en la mano, liderando la avanzada.

    Basada en la novela homónima de Humphrey Cobb (1935) recoge un hecho real que había impresionado al joven director unos años antes. La película aborda la ambición militar desde los cómodos despachos, sin importar el alto coste en vidas de soldados que sufren la guerra en los campos de batalla. Todo esto tratado con un punto de vista crítico y antimilitarista que convirtió a la película en algo incómodo para los gobiernos de finales de los cincuenta. De hecho, la película estuvo prohibida en una buena parte de Europa, principalmente por el rechazo que despertaba el tratamiento que el ejército francés recibía en la historia. En Francia se estrenó finalmente en 1972 y en España en 1986, mucho después de la muerte del dictador.

    Stanley Kubrick acababa de rodar "Atraco perfecto" ("The killing", 1956) con United Artists y había sido, pese al éxito de público, una película económicamente deficitaria. Rechazada por varios estudios, United Artists aceptó rodarla con un presupuesto muy ajustado (un millón de dólares de la época) gracias a que la productora de Kirk Douglas se involucró en el proyecto. El guión original incluía un final diferente que, en cierto modo, fue el que facilitó que el estudio aceptara el rodaje; sin embargo, UA no dio mucha importancia al final definitivo de la película, que resultó ser radicalmente distinto al original.

    El director era bien conocido por su afán perfeccionista que tanto incomodaba con frecuencia a sus actores; sin embargo, dicha obsesión brinda al espectador una película magníficamente construída que nos revela con mirada crítica la tiranía del poder (en este caso el militar) y el escaso valor del ser humano, del soldado, del peón sacrificable. En una primera parte nos regala la cruda visión de las trincheras con un perfecto deslizamiento de la cámara a lo largo de la misma. Kirk Douglas, encarnando a Dax, es seguido por el objetivo con precisión, con lo que el espectador recibe todas las sensaciones que el personaje experimenta en ese tramo de la historia, desde el barro y la batalla.

    De la ironía se pasa más bien al cinismo, en el relato de la elección al azar de tres cabezas de turco que se someterán a un consejo de guerra por cobardía. De nuevo, la cámara sigue con nitidez al personaje Dax que pronuncia su discurso ante una pandilla de oficiales que lo único que persiguen es el honor y la gloria de las batallas pese a que ellos apenas han pisado el campo.

    En definitiva, se trata de uno de los mejores trabajos de Kubrick y también de Kirk Douglas. Os invito a revisarla, seguro que después del magnífico final de la película se nos ha removido algo aquí dentro. Porque hay cosas que, casi un siglo después, siguen sin cambiar: el poder y la gloria.

    Por cierto, buscando imágenes del Stanley Kubrick de la época me he topado con una que me ha recordado a Buñuel. ¿Quién es quién?


    Little Stevie

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  • 07 abril 2011
  • Retroclásica
  • Sigo el recorrido por mis canciones favoritas y tengo que pararme un buen rato en Stevie Wonder, y escuchar All in love is fair, Lately, Ribbon in the sky, For once in my life y You and I.


    Wonder es un vocalista privilegiado, un músico hábil especialmente con la armónica, con la que desde niño fue reconocido como 'Little Stevie'. Sus álbumes de los sesenta y setenta son profundos, completísimos; mucho antes de que llegara Prince, Wonder se ocupaba de hacer todos los arreglos y tocar prácticamente todos los instrumentos. Sus temas más populares son optimistas y alegres: You are the sunshine of my life, Isn't she lovely. Sin embargo, para mí no hay nada como sus baladas. Con los ritmos ochenteros y rozando la horterada con el I just called to say I love you, perdí el interés y dejé de seguirle la pista (escucho el arreglo de este Lately y creo que sólo le hacía falta un piano para hacer una versión memorable, todo lo demás sobra). En los últimos años ha publicado cosas interesantes, pero yo sigo interesada por el Stevie fresco, innovador, melancólico y romántico de You and I.

    Contemplar, escuchar

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  • 04 abril 2011
  • Retroclásica
  • Escucho en esta caja mágica que es Spotify a una cantante maravillosa a la que tenía algo olvidada; Nancy Wilson, una elegante intérprete de standards, entre el jazz y el pop. Salto de ella a Barbra, porque tienen muchas canciones en común. Y de ahí a Norah Jones, que irrumpió como un soplo de aire fresco en este triste panorama de exhibicionistas, gritones y voces impersonales manipuladas por el márketing. Soy retro y soy clásica, no me queda más remedio, hay pocas cosas novedosas que francamente me gusten. Vuelvo a Nancy Wilson y encuentro en su Fly me to the moon lo que le falta al admirado Sinatra, delicadeza.

    Me gustan esas canciones en las que confluyen una letra inteligente, una melodía sofisticada, unos arreglos al más puro estilo Mancini o Bacharach, elegantes, sesenteros y metálicos. Algo que va de contemplar a Audrey Hepburn cantando Moon river en la ventana, o a Claudine Longet haciendo de Nothing to lose un remanso de paz, una pausa en la locura de El guateque. Ya ni siquiera las canciones para las películas son lo que fueron, suenan en los títulos de crédito cuando te invitan a abandonar la sala y no en comienzos brillantes como The way we were, o en momentos delicados de la trama, como ese Put the blame on mame de Gilda, o que transmiten la emoción del momento, dígase la intensa The man that got away que Judy Garland nos regala en A star is born. O ese Makin' whoopie sexy que sobre el piano se marca Michelle Pfeiffer en The Fabulous Baker Boys.


    Salto al pop. Me gusta el Tapestry de Carole King, un disco en el tras irrumpir con la contundente I feel the earth move es capaz de reordenar las emociones con So far away 'but you're so far away, doesn't anybody stay in one place anymore?'. Creo que desde el álbum Tracy Chapman, no ha habido un disco que me haya cautivado con todos y cada uno de sus temas, que tenía el pobre vinilo desgastado de tanto escucharlo. Bueno, sí, hay uno, Noa

    Y siempre me quedarán mis discos sesenteros y setenteros de la Streisand. Y si es algo que os produce risa, es porque nunca los habéis escuchado. Ya veis, no tenía gran cosa que contar, pero sí mucho que decir.

    La gata de ojos violeta

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  • 23 marzo 2011
  • Retroclásica
  •  Liz Taylor en el Zinemaldia, en los setenta

    Me he pasado un buen rato pensando en cómo titular esta entrada. No ha sido fácil, porque desde "La fierecilla domada" hasta "Quién teme a Virginia Woolf" existen muchos matices que encajan con esta mujer, un espíritu apasionado, indomable, de una raza extinta, la del glamour. Se nos ha muerto hoy la mujer de la mala salud de hierro, Elizabeth Taylor, la actriz de ojos de color violeta (al menos eso dice la leyenda), la que escandalizó al mundo con sus ocho matrimonios, dos con Richard Burton, quizá el hombre de su vida. La que tras quedarse viuda de Michael Todd fue a consolarse con Eddie Fisher, que era el marido de su mejor amiga, Debbie Reynolds. Cuando dejó de trabajar como actriz se dedicó a llenar portadas, saliendo por enésima vez del Betty Ford, casándose con un albañil llamado Larry Fortensky o posando con sus impresionantes joyas.

    Mujer inteligente, utilizó toda esa proyección social para su último gran papel en esta vida: la lucha contra el SIDA, después de perder a su amigo Rock Hudson, quien, recordemos, fue el primer famoso derrotado por un mal hasta entonces desconocido, a mediados de los ochenta.

    Pero rebobinemos, porque aquí lo que cabe, por encima de todo, es la actriz, que empezó de niña, donde dejó al público cautivado con su belleza actuando junto a otro gran niño-actor, Mickey Rooney, en "National Velvet" (Rooney será probablemente uno de los pocos supervivientes de la época). También coincidió en "Lassie come home" con otro niño prodigio, Roddy McDowall, en esos comienzos, de los que cabe destacar la versión en color de "Little Women", la archiconocida novela de Louise M. Alcott.

    Su rostro de porcelana de espesas cejas marcadas sobre ese par de ojos impresionantes, y esa cintura de avispa tan de los cincuenta se harían inolvidables más adelante en títulos como "Gigante", "La gata sobre el tejado de zinc", "De repente, el último verano". Una actriz muy adecuada para las obras de Tennessee Williams, por su carácter explosivo y sensual.

    "Cleopatra", una obra fallida (pero a reivindicar) de Joseph L. Mackievickz marca un antes y un después en su vida y su carrera, se trata del encuento y del comienzo de la pasional historia de amor con Richard Burton, sus idas y venidas, estruendosas rupturas y sonoros retornos. De esa época, "Una mujer marcada", "Quién teme a Virginia Woolf" (que le reportaron sendos Oscar) y "Reflejos en un ojo dorado" (magnífica y acompañada por un gran Marlon Brando) son películas a desempolvar en las estanterías. Yo acabo de revisar un título menor, maltratado por crítica y público, "Castillos en la arena", de Vincente Minnelli, en la que una ya madura Liz Taylor sigue embrujando con su sensualidad salvaje a Richard Burton (y con música de Johnny Mandel, "The shadow of your smile").

    Como acaba de decir Conxita Casanovas en la radio, casi duele saber que su despedida de la gran pantalla fue una versión de "Los picapiedra". Por suerte, nunca dejó de ser estrella y, como decíamos, supo utilizar su popularidad, dinero e influencia para impulsar los primeros proyectos de apoyo e investigación al SIDA, junto con su amigo Michael Jackson.

    Se acaba una época, se va extinguiendo el glammour del Hollywood dorado, una forma de entender el cine y la propia industria, algo irrepetible.

    Luis Gasca recuerda el paso de Elizabeth Taylor por el festival de cine de San Sebastián

    La diligencia

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  • 21 marzo 2011
  • Retroclásica

  • Hace unos días repasamos una obra maestra de John Ford con alumnos de bachillerato. (Hay que ponerse en su lugar: no saben quién era John Ford, ni John Wayne, ni Claire Trevor. Especialmente los dos primeros, tan asociados a la historia del cine y al western en particular).

    La diligencia (Stagecoach, 1939) fue el primer western sonoro que rodó Ford. La que hoy es considerada una de las mejores películas de la historia del cine sembró muchas dudas cuando Ford, que había adquirido años antes los derechos de la historia, propuso su rodaje. Leída hoy la respuesta que tuvo que escuchar suena hilarante: "Pero es un western y ya nadie hace westerns". Pensemos en todo lo que, después de esta maravilla, Ford rodó. Él y Anthony Mann nos dieron las mejores historias del oeste americano durante los siguientes treinta años.

    David O. Selznick (que en esa época vivía la histeria de la producción de "Lo que el viento se llevó") iba a producir la película. Ford, que llevaba una década sin rodar con John Wayne, quería a Wayne en el papel protagonista, pero Selznick imponía a Gary Cooper, que era más popular en aquella época, como deseaba que fuera Marlene Dietrich la que protagonizara a Dallas en lugar de Claire Trevor. Por suerte para nosotros, la película terminó en manos del productor Walter Wanger.

    Según Ford contó al director (y cinéfilo) Peter Bogdanovich en una excelente entrevista que le hizo al final de su carrera, la historia se inspira en "Bola de sebo" de Guy de Maupassant (historia rodada como Mademoiselle Fifí en 1921 y más tarde en 1944, por Robert Wise), un viaje en diligencia en plena guerra franco-prusiana. Hay cierta relación entre ambas historias, aunque algunos autores consideran esa inspiración algo exagerada.

    La diligencia es una historia que tiene dos espacios contrapuestos: el pequeño del carruaje tirado por caballos, mínimo, incómodo, duro, polvoriento e inseguro, y el inmenso espacio abierto y grandioso de la tierra americana, perfectamente representada por Monument Valley, todo un descubrimiento para el cine de Ford y para el western, ya que a partir de entonces se rodarían allí más películas (desde Centauros del desierto del propio Ford hasta... Forrest Gump, por poner un ejemplo reciente y de otro género).

    Como decían los carteles publicitarios, la película va más allá de la aventura épica de un grupo de blancos atravesando territorio indio; se trata de la historia de personas distintas que comparten un duro viaje en diligencia, cada una con su pasado y su futuro, con algo que ocultan o que deliberadamente muestran para ocultar otras cosas. El jugador (John Carradine), el doctor borracho (Thomas Mitchell, merecedor de un Oscar por este papel), la joven de dudosa reputación (Claire Trevor), el representante de licores (Donald Meek), la joven esposa de un soldado (Louise Platt), el marshal que cumple con su deber (George Bancroft), el conductor de la diligencia (Andy Devine) y el héroe solitario que busca la justicia por su cuenta (John Wayne). En cada parada de repostaje aparece una nueva figura que aporta cierta vis cómica a una historia que está lejos de la comedia; así, la comitiva de puritanas que pone de patitas en la calle a Doc y a la cabaretera Dallas; o el mexicano de la venta que ha sufrido el robo de su yegua y de su mujer (lamentando mucho más la desaparición de la yegua). En ese punto también tenemos un momento para la ternura, para la redención de Doc que logra alcanzar la suficiente sobriedad para atender un parto. El trayecto es pura narración y va añadiendo matices a la historia a través de lo que vamos conociendo de los personajes.

    La película lanza definitivamente a John Wayne, que por entonces estaba muy por debajo de la popularidad de Claire Trevor. Ford había dejado de trabajar con Wayne, pese a ser grandes amigos", hasta que éste madurara como actor. En esta película se convierte en el personaje prototipo fordiano de héroe americano, casi siempre solitario, arrogante, con tendencia a tomarse la justicia por su cuenta, y más tarde encarnado en otros héroes en la piel de Clint Eastwood. Los personajes de Wayne están a mucha distancia de los que encarna James Stewart, especialmente en las películas de Anthony Mann (estoy pensando en Winchester 73 y en Horizontes lejanos, por poner un par de títulos), del mismo modo que este Wayne de La diligencia se encuentra a años luz del protagonista del que para mí es el mejor western de Ford, Centauros del desierto.


    El año pasado apareció una versión restaurada digitalmente y en alta definición (en la colección Criterion) de la película y es una muy buena excusa para revisarla. Ahora que los televisores son gigantescos, ya que en los cines no se repone, al menos tendremos la oportunidad de percibir la grandeza de Monument Valley, un lugar que Ford convirtió en un icono del cine del Oeste, y la espectacularidad de la secuencia del ataque de los indios (villanos de la historia, pero ni los únicos ni los peores), una escena que, no olvidemos, se rodó hace más de setenta años.

    And the Oscar goes to...

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  • 27 febrero 2011
  • Idoia
  • Dos meses en el dique seco... En fin, cuando no se llega, es lo que hay. Esta noche va a ser la primera en muchos años que escucharé la ceremonia de los Oscar por la radio, eso si me falla la emisión online... Que incrusto en el blog, por eso de compartir la señal. Este año llego a la ceremonia con muchas películas ya vistas. Para mí la mejor película del año ha sido "Toy Story 3", que ganará en el apartado de mejor largo de animación, lo cual es verdad, pero aplastará a una película que, a priori, tiene una pinta maravillosa: "The illusionist", producida por el mismo equipo de la estupenda "Les triplettes de Belleville".

    Después de ésta creo que, sinceramente, "La red social" es de lo mejor que he visto en pantalla. Y pese a lo que se dice sobre la decadencia del séptimo arte, estoy segura de que hacía mucho tiempo que no teníamos una cartelera en la que coincidieran películas de tan buena factura, pero más que pensar en obras de arte, peliculas que me estuvieran haciendo pasar un buen rato en la butaca. "Valor de ley", "De dioses y hombres", "El discurso del rey", "La llave de Sarah" o "Más allá de la vida" están entre esos títulos, como lo está la española "Primos". Claro que combinar estos títulos comerciales con la retro de Truffaut hace que este curso esté gozando especialmente de mi paso por las butacas de cine.
     
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