Calle 14: 2007

Surfero Viertel, corazón Kerr

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  • 05 noviembre 2007
  • Retroclásica
  • Inesperada la noticia de la muerte de Peter Viertel. Novelista, guionista, surfero y compañero de la recién desaparecida Deborah Kerr. Echando un vistazo a la imdb parece que este hombre haya pasado como de puntillas por todo. Pero nada más lejos de esa impresión. Su madre, Salka Viertel, actriz, escritora e íntima amiga de Greta Garbo; su padre, Berthold Viertel, también escritor; ambos huyeron de la Alemania nazi hacia la América de las oportunidades y se dedicaron a la producción teatral y cinematográfica. Por la casa de los Viertel pasaron Bertolt Brecht y Thomas Mann, y después de la II Guerra Mundial, se dedicó a la escritura de guiones para cine, para poder mantener su carrera como novelista. Dicen que Hubbell Gardiner, el personaje encarnado por Robert Redford en The Way We Were, está inspirado en la vida de Viertel con su primera esposa.

    Como cinéfila comprendí la importancia de Viertel cuando a principios de los noventa vi la estupenda versión cinematográfica de su novela White Hunter, Black Heart. En ella se recrea la atmósfera del rodaje de la película de John Huston, The African Queen, fascinante historia Bogart-Hepburn que no deja de engancharme una vez al año a la pantalla. No estaría de más revisar alguna de sus novelas que seguramente encontrarán a partir de hoy su oportuna reedición.

    Menos popular es la contribución de Viertel en el inicio de la práctica del surf en la costa vasca, especialmente en Biarritz, a donde el escritor llegó con su tabla en 1957 (en la foto, la tabla del escritor es la de la izquierda, la de la derecha al parecer era de Richard Zanuck). Viertel también se ha dejado ver en San Sebastián, no en vano era parte de ese ritual del norteamericano que seguía los pasos de su amigo Hemingway, entre Madrid, Pamplona, Donostia y Biarritz. De hecho, es suyo el guión de The Sun Also Rises, producida por Darryl F. Zanuck, y que pudimos ver recientemente en Donostia y en el Doré madrileño. Hacía muchos años que el escritor vivía entre Marbella, donde ha fallecido, y un pueblo de Suiza. Sólo hace unas semanas éste expresaba a la prensa el lamento por la pérdida de su gran amiga, su esposa.

    Aprovecho la entrada para cambiar de tercio y hablar de la última de Woody Allen, Cassandra's dream, inspirada nuevamente en Crimen y Castigo (nueva vuelta de tuerca al sentimiento de culpa), de Dostoievski, y con un barco que inevitablemente me lleva a recordar a Delon y Ronet en Plein Soleil. La película no está mal, pero le sobran veinte minutos y provoca que el final no sorprenda, sino casi alivie. La banda sonora de Philip Glass evocaba quizá demasiado a la de The Hours. Pero tampoco está tan mal como avisaban las crónicas desde Venecia. El problema de hacer obras maestras como Match Point es que las siguientes películas, si no la alcanzan, resulten menores o simplemente decepcionantes. Vista sin todos esos prejuicios, la última de Allen es una buena película. Personalmente, sigo admirando la capacidad del neoyorkino para estirar sus leit motivs y hacer con cada uno de ellos media docena de películas diferentes e interesantes.

    I'm still here

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  • 28 octubre 2007
  • Retroclásica
  • Este artículo se lo dedico a mi amigo Eneko, fan sin fin de este blog, que me pregunta cada día que me ve a qué espero para seguir escribiendo. Yo también me lo pregunto.

    Me falta el tiempo, la tranquilidad, las ideas, la imaginación. La verdad es que llevaba un buen ritmo de camino a Dublín, pero quienes me conocen saben que un sustillo familiar durante el inolvidable fin de semana Streisand hizo que me centrara en otras cosas y que perdiera en cierto modo mis ganas de comunicarme.


    Pero estoy aquí, todavía estoy aquí, como dice la canción de Stephen Sondheim (¡de rodillas!).

    Así pues, pasaré volando sobre la parte positiva del concierto; Barbra es de carne y hueso, diva inalcanzable pero humana como todos. Estuve a tres metros de ella, a veinticinco años de fidelidad, a siete minutos de entrevista, a una cena de hacer amigos, a dos horas de éxtasis musical, a un arcoiris de milagro meteorológico.

    (Las fotos del concierto... salieron de mi Olympus, increíble pero cierto, fijaos qué cerca estuve). Os cuento que está fondona pero sexy, de vuelta de todo pero feliz; que ha perdido voz pero tiene más de lo que quisieran otras, que no se sale del guión pero sigue haciendo de sus conciertos algo divertido, que no es una show-woman pero llena el escenario y es capaz de hacer que 20.000 personas caigan rendidas a sus pies. Hice varios amigos, docenas de fotos, decenas de malas fotos, kilómetros por las calles de Dublín y viví con auténtica ansiedad las horas antes del concierto en Castletown House. La organización (señalización, ubicación, control) fue un desastre; un concierto al aire libre en un lugar donde llevaban 30 largos días de lluvia, y a unos cuantos kilómetros a las afueras de la ciudad peor comunicada de Europa.

    No sé si tiene algo que ver; fue ver llegar el helicóptero de Barbra a la prueba de sonido y parar la lluvia; el arco iris nos acompañó durante un buen puñado de canciones. Y no volvió a caer una sola gota hasta que salimos de vuelta a Dublín.

    Han pasado más de tres meses después del concierto; lo recuerdo todo, pero a veces dudo si fue un sueño del que me desperté nada más aterrizar en Donostia.

    Os voy a pegar aquí una divertida parodia de Barbra que hace Joaquín Reyes en La Hora Chanante. Es genial... Monty ha hecho que me aficione a youtubear en busca de los "Testimonios" de Chanante y "Celebrities" de Muchachada Nuí.


    El verano seguía sin dejarse ver por las calles de Donostia; sabíamos que era julio porque sonaba jazz en la Trini. El festival se cerraba con Elvis Costello. Una señora decía "no me extraña que la rubia [Diana Krall] no lo suelte, está en plena forma el tío".

    Aunque oficialmente es otoño, para mí el verano se prolonga con el Festival de Cine. 47 películas de Henry King en el bolsillo, mucha disciplina en el trabajo y en la butaca de la sala 2 del Príncipe, que en estos doce años es como mi primera casa cada mes de septiembre. Buen ciclo, buen cine, quizá el año pasado Lubitsch me dejó más satisfecha, pero este año también he podido descubrir películas estupendas. La versión muda de "Stella Dallas", por ejemplo. Ver a Deborah Kerr en "Beloved Infidel" fue un excelente adiós en cinemascope y tecnicolor a una de mis actrices favoritas. Cruzarme dos veces con Liv Ullman por los pasillos del cine y recibir un "Hi, good to see you" sonriente y educado. Hablar de Henry King con Olga en la radio. Siempre hay algún motivo extra por el que recordar el festival con cariño.

    Vuelta a la mina. Oficina, trabajo acumulado, lecturas atrasadas, más cine. Salí satisfecha después de ver "Un funeral de muerte". Necesitaba una película así con la que llorar de risa. O en casa, revisando la obra de Harold Lloyd. Vamos, que sigo aquí y sin tiempo para el aburrimiento.

    Dublín, víspera y 13

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  • 14 julio 2007
  • Retroclásica
  • Qué viernes trece más largo. Qué tráfico el de Dublín. Casi me ha costado más llegar al hotel desde el aeropuerto que desde Vitoria a Dublín. Y la lluvia. Pero aunque está cubierto de nubes, la luz y los minúsculos claros del cielo prometen. Ojalá mañana haga un día bueno. Vamos, que no llueva y con eso me conformo. Una está acostumbrada a la lluvia, pero mañana es mi día y sería perfecto si saliera el sol.

    Acabo de aterrizar de nuevo en el hotel después de cenar y pasear por las calles más bonitas de Dublín con Charo. Ella lleva aquí poco más de año y medio, y ya se le nota la condición de dublinesa porque sólo se da cuenta de lo turístico de Dublín cuando se lo muestra a sus invitados. Es lo que nos pasa a todos los arraigados a un lugar concreto, que lo vemos como el espacio habitual en el que vivimos, trabajamos, desarrollamos nuestra rutina; pero cuando vienen los amigos de fuera ese espacio cambia, le buscamos la belleza que hay que mostrar al forastero y presumimos de ella.

    Con el cansancio a veces confundía los edificios y las calles de Dublín con las de Boston. El ladrillo rojo de las fachadas, los carteles de las tiendas y las tabernas, las entradas con sus escaleras, los forjados, las verjas… todo me sonaba a algo y ese algo está al otro lado del charco. Por algo se llamará New England, claro.
    Los pubs, los restaurantes son lugares en los que acampar cómodamente. Hay vida. La gente se mueve y alterna. Esto está mucho más vivo que mi ciudad. No sé, hay algo que llena todos los locales, gente muy peripuesta o lugares vestidos para la ocasión. Estoy segura de que en esta ciudad podría sentirme a gusto si no pudiera quedarme en Donostia.


    El hotel es bonito, limpio, cómodo. En el centro de Dublín, junto a St. Stephen’s Green y cerca de The Merrion. Las vistas, pese a ser de una habitación de las más “asequibles”, son muy agradables. Tejados, unos más bonitos que otros, nubes, verde. Puedo escuchar a las gaviotas – mal rollo, porque cuando buscan refugio tierra adentro es porque viene mal tiempo. Y ahora por la noche puedo ver las luces del edificio que hay enfrente, en los ventanales puedo ver que se acumulan cientos de papeles, libros, carpetas, archivadores, era más evidente antes de anochecer, ahora quedan algunas ventanas con luz, quizá alguien esté limpiando las oficinas.

    Aquí no falta de nada, pero la sorpresa más agradable es el equipo de música. Hay una cadena de radio sintonizada que antes de salir a cenar ha emitido música de Haendel y Tchaikovski. Ahora hay un programa de jazz de ésos que invitan a pegarse un baño de espuma, prepararse una copa de algo suave y dejarse caer sobre la cama para descansar. Y mañana, Castletown House, en Cellbridge. No puedo creer que me lo esté tomando con tanta tranquilidad, serán los termalgines con los que he desayunado esta mañana o la migraña que no cesa…

    Ticket to ride

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  • 13 julio 2007
  • Retroclásica

  • Haciendo honor a la canción de los Beatles... Aquí va el papelito tan esperado. No hay tiempo para más escritura, acabo de cerrar la maleta, me muero de sueño.

    IMPUNTUALIDAD BRITÁNICA

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  • 10 julio 2007
  • Retroclásica
  • El viernes me voy a Dublín y todavía no tengo la entrada para el concierto, ese evento tan esperado durante más de veinte años. Estoy cansada de las largas que me dan los de la organización, Mark Butler Associates (Londres), que sí que fueron eficientes y británicamente puntuales para apresurarse a cobrar y enviarme la factura después. Primero prometieron que enviarían la documentación (un pase vip y supongo que la agenda de eventos a los que tengo derecho a asistir) quince días antes de la fecha. Hoy es martes, 10 de julio, el evento es el próximo sábado 14 y yo me estoy comiendo las uñas y acordándome de los familiares del Sr. Butler y sus asociados. Porque todo esto llevaba un plus de envío urgente a través de DHL. Y yo llamando a la empresa de transporte y allí no saben nada.

    Ay, yo pensaba que la espera se me iba a hacer eterna. La espera del concierto. Pero la fecha se me echa encima, tengo avión y hotel, tengo amiga residente en Dublín dispuesta a compartir una Guinness y a patearse la ciudad conmigo (Chariniiiii... allá voy...), tengo la promesa de contar la aventura a mis íntimos cuando vuelva pero me falta eso, lo fundamental, una entrada que me ha costado un ojo de la cara y que no llega, no llega y NO LLEGA.

    Después hay que aguantar que los de las islas se rían de los que vivimos a este lado de los Pirineos. Y es que si en mis tareas cotidianas (y vosotros en las vuestras) incumpliera de semejante manera, hace tiempo que tendría el chiringuito cerrado.

    Estoy cabreada y disgustada, no puedo evitarlo. Eso sí, espero que mi próximo post sea alegre y se nutra de la adrenalina de toda esta aventura, el cabreo y el disgusto se habrán esfumado. Hasta la semana que viene.

    EL RETORNO DEL FESTI

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  • 11 mayo 2007
  • Retroclásica
  • Esta mañana el sol brillaba en Donostia. Hablo en pretérito, porque las nubes y un indicio de galerna se han apoderado de nuestro aire. Hace calor, pero a ratos da la sensación de que la temperatura está bajando. Es el preludio del verano.

    Esta mañana el sol brillaba en Okendo, en ese espacio que separa al Hotel María Cristina del Teatro Victoria Eugenia. Pisábamos el renovado suelo de la plaza sonriendo, mirando a ambos lados, camino del salón Elkano, donde hoy se ha presentado la próxima edición del Festival de Cine de Donostia. Y el sol brillaba especialmente en los rostros de la gente que habita las oficinas del Festival, porque acaban de volver a su hábitat natural, el del Victoria Eugenia, un lugar del que salieron para exiliarse temporalmente en las oficinas que tuvieron en la Calle Usandizaga, mientras la remodelación del añorado teatro se ha ido eternizando de edición en edición. Suerte de elecciones municipales, que siempre dan empujoncitos a los proyectos inacabables.

    Contagiada por el cambio de ubicación y por el aire de retorno, la imagen de esta edición en cierto modo evoca los carteles de principios del siglo XX, como también puede recordar ligeramente a las mujeres de Modigliani; y vuelve a ser colorista, lleno de azules, ocres y verdes luminosos, donde los ojos de una mujer con cierto deje melancólico, proyectan también un aire soñador. Una mirada, el mar, Donostia, el cine...

    Además de la presentación gráfica de la próxima edición (una colección de carteles yo diría que excelentes, creados por Óscar Mariné), poco más nos han adelantado en el encuentro con la prensa. A falta de determinar el ciclo dedicado a un realizador contemporáneo, se ha dado a conocer la retrospectiva temática, “Fiebre helada”, que hará un recorrido por el cine nórdico y sus ramificaciones, entre ellas el Dogma 95. Y, lo que a ésta que escribe más le importa, la retrospectiva clásica; nada menos que HENRY KING, autor de una extensa filmografía que parte desde el cine mudo para desarrollar al amparo de la 20th Century Fox una carrera donde drama, western y musical tienen cabida. De ello hablaré más en próximos artículos, porque al fin y al cabo, conozco de él lo poco que se ha podido ver en televisión, entre lo que puedo recordar el colorista musical de Rodgers y Hammerstein Carousel, así como La canción de Bernadette, con Jennifer Jones, o Suave es la noche. Como siempre, los amantes del cine clásico lo vamos a pasar en grande en este Máster de Historia del Cine. Y el festival editará junto con la Filmoteca Española una espléndida monografía sobre el director, como es habitual en esta sección del Zinemaldia.

    Por cierto, el 14 de julio estaré en Dublín, but… that’s another story!

    Streisand 65

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  • 24 abril 2007
  • Retroclásica
  • Streisand cumple hoy 65. Como diría mi amiga Esther, "toda una tauro". Son ya muchos años de coleccionar sus películas y, lo que más me gusta, su música. Te puede gustar o no (o siendo más extremistas, la puedes detestar), pero es innegable que la suya es una de las mejores voces de la segunda mitad del siglo XX y de lo que va de tercer milenio.


    Aquí, con su hijo Jason en el rodaje de Hello, Dolly!, película dirigida por Gene Kelly en la que también tiene un cameo Louis Armstrong; la película fue un fracaso económico, pero no de taquilla; sólo había resultado "un poco cara". Es muy recomendable para pasar un rato agradable pese a lo mal que la ha tratado la crítica.

    Además de lo mucho que me gusta su voz está mi devoción a su repertorio. Ha cantado lo mejor de los mejores; desde standards de Broadway compuestos por Cole Porter, Gerswhin, Sondheim (de rodillas), Bernstein, Styne, Rodgers, Berlin, Arlen... en fin, todos los nombres sagrados de la música ligera-clásica americana, hasta temas de músicos actuales sagrados; así su mítico "Guilty" con Barry Gibb, o temas de Paul Williams, Lennon, McCartney, Paul Simon, Stevie Wonder, David Bowie, Burt Bacharach, Henry Mancini (fíncome de hinojos de nuevo) y una interminable lista de compositores pop. Lo que ha cantado ella también está en los álbumes de otros cantantes que admiro, desde Ella Fitzgerald a Frank Sinatra, pasando por Judy Garland, Tony Bennett, Elvis Costello, Diana Krall,... De su estilo son deudoras muchas voces actuales.

    Lo llamativo de una carrera así es, sin duda alguna, el físico que lo acompaña. En un negocio en que lo que se lleva es hacer gala de rostro Lancôme y cuerpo escultural (véanse JenniferLo, Beyoncé, por citar algo de actualidad), pocas veces es algo que coincida con el talento (mencionemos a Diana Krall, que es estupenda). Barbra irrumpió con su rostro imperfecto, narizota y de mirada estrábica en un negocio en el que prima la imagen. Pero además de voz tenía una innata vis cómica que sobre todo quedó bien explotada en la década de los sesenta. Era la nueva Fanny Brice, por voz, por físico, por talento cómico, y le regalaron, precisamente, hacer de la estrella de Ziegfeld primero en Broadway, más tarde en el cine. Aquí aparece haciendo de Baby Snooks, uno de los personajes de Brice más conocidos.

    Fue llegar y besar el santo. Son legendarias sus peleas con William Wyler, reclamando su derecho a dirigir "Funny Girl" como experimentado director que era; y ella reclamando el derecho a dirigirse a sí misma porque había representado ese papel cientos de veces sobre el escenario. Es significativo que su primera canción en el cine fuera "I'm the greatest star" (soy la estrella más grande) y todo ello era un claro indicio de su incipiente megalomanía, no vamos a negarlo.

    La discografía de Barbra excede los 60 álbumes, incluyendo recopilatorios, directos valiosísimos, bandas sonoras... A mí los que más me complacen son los de los años sesenta, porque su voz era salvaje y el repertorio es el que más me gusta. También hay un álbum mítico, "Classical Barbra", de 1976, en el que se da el gustazo de interpretar música clásica con su voz pop. Probad a escuchar su versión de la "Pavane" de Fauré. Ha grabado, a lo largo de 45 años de carrera, dúos con las voces más interesantes del panorama musical (y a veces dudosas, como Don Johnson), pero yo destacaría, como algo menos conocido, el que hizo con Ray Charles para su especial de televisión "Barbra Streisand and other musical instruments"; es una de las más bonitas versiones de "Crying time" que he escuchado.

    En el cine lo suyo ha sido una de cal y otra de arena. A destacar "What's up, doc?", "The way we were" y "Yentl", su primera película (oficial) como directora, además de guionista, productora, actriz y cantante, todo en uno; ignorada en los Oscars, pero no en otros ámbitos, hasta Cabrera Infante ("Cine o sardina") la califica de obra maestra; por no hablar de esa fructífera asociación musical con Michel Legrand ("Los paraguas de Cherburgo", "Verano del 42") y Alan y Marilyn Bergman, sus incondicionales letristas.

    De sus innumerables premios hay que destacar, además del Oscar a la mejor actriz por "Funny Girl", uno como compositora por "Evergreen", el tema principal de ese innecesario remake de "Ha nacido una estrella", uno de sus mayores éxitos económicos. Tiene un Tony, varios Grammys, el AFI,... innumerables discos de oro y platino y récords de ventas y números uno sólo superados por Elvis y los Beatles.

    Está en edad de jubilarse, pero el dólar es el dólar y eso hace superable su conocido pánico escénico. Sus sonoras vueltas al directo quedan registradas en DVD, destacando por encima de todos dos conciertos: uno, el de 1967 en Central Park, ante 135.000 espectadores, da fe de su poder de convocatoria y es probablemente el mejor documento de la magnífica forma en que se encontraba entonces. Otro, el de 1994, nunca ha tenido más dominio técnico de voz y escenario desde entonces. Ahora, después de lós récords de audiencia (y recaudación) de su gira 2006 en USA, ha mencionado su intención de darnos una oportunidad a los europeos, pero hace semanas que no tenemos más noticias. Su voz no es lo que era, pero... sigue siendo muy poderosa y aunque ya no alcanza las notas más altas con la seguridad de antaño, ya quisieran muchas estrellas tenera la cuarta parte de lo que tiene Barbra. Sobre todo, tiene narices.

    Google suspende en Geografía

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  • 04 marzo 2007
  • Retroclásica
  • Mi reciente paso por un cursillo organizado por Miramon Digitala sobre la publicidad en Internet y, en concreto, el uso de Google Adwords, me llevó a probar las herramientas que nos mostraron; especialmente porque una se dedica a la publicidad y tiene que estar al corriente de todo.

    Y siguiendo mi lema, “los experimentos, que sean con gaseosa”, decidí analizar este blog con una herramienta gratuita y muy completa de la que te provee el buscador, llamada Google Analytics. Como todo, es gratis porque la finalidad es aplicarla para potenciar el uso de su producto Adwords con el fin de generar tráfico, vender e ingresar millones de dólares; por lo tanto, no pensemos que Analytics es una herramienta fruto del altruismo; en la red y más en la de los gigantes, todo tiene su porqué.

    Después de registrarme y de pegar media docena de líneas de código en la plantilla de esta página que estáis viendo, inmediatamente comencé a ver el comportamiento de ésta, el número de visitas que recibo, los criterios de búsqueda que habéis utilizado y, entre muchos otros datos, el lugar de procedencia.

    Cuál fue mi sorpresa cuando en el mapa geográfico veo un indicador enorme posicionado sobre las Islas Canarias. Al principio, por la escasez de visitas (mea culpa, es la lógica y trágica consecuencia de mi escasez de ideas y de artículos), las estadísticas no arrojaban suficientes datos para sacar alguna conclusión acerca de el tráfico de visitantes de Calle 14. Pero conforme se produjo el pico de mi última publicación (y desesperada llamada a la lectura), deduje que todas esas visitas de San Sebastián de la Gomera eran un error geográfico de los chicos de Google, porque sospechosamente no recibía ni una sola visita de Donostia-San Sebastián. Es raro cuando la mayor parte de mis potenciales visitantes viven en esa área geográfica.

    Esto ha ocurrido con la población canaria, pero podría haber ocurrido con San Sebastián de los Reyes, o con otras ciudades de nombre similar que hay repartidas por el planeta. He escrito en dos ocasiones al servicio técnico de Google y me han respondido que, bueno, que puede ser un problema de IP, de servidor… En fin, no me convence ninguna de las explicaciones que me han dado, de momento no han solucionado el asunto y supongo que su tecnología puede estar reñida con el conocimiento; supongo que problemas como éste se darán con otras confusiones toponímicas y que, en el fondo, no le dan la importancia que tiene con tal de que sigas generando tráfico, impresiones, accesos y todo eso llene las arcas de su tesoro.

    Este mínimo detalle conecta con mi doble sensación acerca de la información en Internet, sobre todo en pleno auge de “Automedios” de comunicación (recomiendo el interesante artículo al respecto en el Ciberpaís del pasado jueves 1 de marzo) en los que a veces es imposible distinguir la veracidad de cuanto se nos cuenta. Existe tanta información correcta como falsa, y el peligro de ciertas wikis está en la calidad de cuanto se agrega a unas bases de datos monumentales y que el público no experimentado puede tomar como bueno. A veces la información está muy poco documentada, las fuentes bibliográficas por lo general brillan por su ausencia. Pero lo peor de todo es cuando un gigante cibereconómico como el mencionado avala y promueve una herramienta que es defectuosa y que, por lo que veo, no ha sido revisada.
    Y todo esto resulta más preocupante cuando uno de los grandes negocios del mencionado buscador es, precisamente, la geografía... Google Earth. Parece evidente que no hay interacción entre los pececillos que el pez gigante está engullendo.

    Ya llega el tío Oscar

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  • 20 febrero 2007
  • Retroclásica

  • (En la foto, Walter Matthau recibiendo un Oscar y un beso de Shelley Winters). Por primera vez en muchos años los Oscar me pillan a contrapié, sin haber visto todo lo que debo y quiero ver. Salvo “Babel” y “Little Miss Sunshine”, lo demás lo tengo un poco cogido con pinzas. He visto “Dreamgirls” y me ha parecido un bodrio, y todavía tengo pendientes los dos Eastwood y Scorsese (no tengo perdón). En fin, que me asomo a la gaupasa cinematográfica sin apenas criterio, sin favoritos y pensando en la auditoría que tenemos en la oficina a la mañana siguiente. Total, para ver una ceremonia que cada año se critica por larga, tediosa, previsible y espantosamente americana (qué espera el mundo, que sea más cubana, quizá).

    A los que pasamos la noche en vela viendo los Oscars lo que nos gusta es ver esa capacidad mediática de reunir a las estrellas del momento bajo un mismo techo, recuperar quizá a algún dinosaurio y saber que está ahí, vivito y en directo (oh, adorado Morricone, oh, Sir O’Toole). Nos gusta ver ese potencial para el espectáculo, es Hollywood en directo, con todos los recursos, la precisión, lo imprevisible. Que a veces hasta uno puede reírse con la ocurrencia de un presentador brillante (irrupciones memorables de Whoopi Goldberg disfrazada de Elizabeth I o los espectaculares comienzos de Billy Cristal). Después de un par de presentadores de peso específico específicamente americano (valga la redundancia), llega una mujer poderosa en el mundo de la telecomedia y el talk-show en Norteamérica, suficientemente conocida y apreciada (o detestada) en el resto del mundo. Es Ellen DeGeneres, actriz de comedia tan famosa fuera de los platós por su defendido lesbianismo.

    Supongo que el sentido del humor de DeGeneres (o Ellen, para sus seguidores) es más fresco, menos político, más puramente cómico que el de presentadores que le anteceden, y que han sido menos populares entre la audiencia no norteamericana, desde que Cristal y Goldberg dejaron de conducir la ceremonia. El problema de verla desde el otro lado del charco no es únicamente el desfase horario, que influye, sino también el hecho de que los americanos se suelen contar chistes para sí mismos, juegos de palabras con personajes que no conocemos o no entendemos; en esos momentos la traducción simultánea de Digital Plus ayuda poquísimo, así que opto por escuchar la versión original. Ese humor autóctono sería correcto si los Oscar fueran un premio reducido a su público, como lo son los Goya para el nuestro; pero no nos confundamos, todo el tinglado es puro marketing y los americanos cobran una pasta gansa por vender el espectáculo (me refiero al cine, no sólo a los premios) al resto del mundo, por lo que deberían ser un poco más considerados con la audiencia y ofrecer un humor más neutro o universal, en clave de telecomedia de situación. Por esa razón pienso que DeGeneres puede haber sido una buena elección. No lo sabremos hasta la madrugada del 25 al 26.

    Si se habrán dado cuenta estos yankis del potencial de lo extranjero que hasta ellos mismos presentan candidaturas a películas en habla no inglesa… Aquí estaremos pendientes del donostiarra Cobeaga, entre otros.

    TaTaTaTaaaa TaTaTaaaa...

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  • 28 enero 2007
  • Retroclásica
  • Citando al alter ego de Penélope Cruz en los muñecos del guiñol hace unos días en la SER, “Alcorcón es como Hollywood, lo latino y lo español arrasan”. Lo apunto porque me ha hecho gracia, sin más.

    Bien, sigamos con Hollywood y su star-system. Los fans de Indiana Jones seguimos pendientes de George Lucas y Steven Spielberg y sus planes para la cuarta entrega de la saga. Sean Connery está pensando seriamente en abandonar su bien merecido retiro para encarnar de nuevo al Dr. Henry Jones; sólo si el guión le satisface, que quede claro. No puedo imaginar a otro en ese papel; hace unas semanas revisaba Indiana Jones and The Last Crusade y tengo que reconocer que me lo pasé pipa, que no tiene desperdicio y que películas como ésa hacen falta en la cartelera, entretenidas, divertidas, con diálogos inteligentes; vamos, una película clásica de aventuras con todos los recursos Lucas-Spielberg detrás, que por lo general suele ser garantía de entretenimiento; el guión ya está preparado, es de David Koepp, la preproducción en marcha y, si todo va bien, comenzará a rodarse el próximo mes de junio. Los rumores incluyen al habitual del reparto, John Rhys-Davis, la coprotagonista de la primera entrega, Karen Allen, y Natalie Portman, que, como Scarlett Johansson, parece estar en todas partes.

    Si la factoría Dreamworks, los efectos especiales y la cirugía estética no convierten a Indiana en un superhombre, lo lógico es pensar en una película que muestre a un héroe haciendo frente, más que a los malos, a los achaques de la edad. Cosa que ya hizo el propio Sean Connery en 1976, en esa magnífica interpretación de un Robin Hood de vuelta de todo, cansado, herido y enamorado en la inolvidable Robin and Marian (cómo no rendirse ante Marian-Audrey Hepburn). Lo que no puede envejecer en el personaje es el espíritu aventurero, la ironía, la inteligencia, la codicia por el tesoro. Pero, claro, saltar, subir, correr, huír, usar el látigo y no perder el sombrero en el intento tiene que ser más costoso (y a la larga cómico) en un personaje con años y kilillos de más y en declive físico (me remito al mencionado Robin de Connery). Vamos, yo ya no me creería a Indy colgado del cañón de un tanque o en una balsa bajando unos rápidos sin despeinarse. Que Harrison Ford ya no es tan “junior”, vamos, que han pasado dieciocho años desde la última entrega.

    Setenta cumple Vanessa Redgrave, esa grande grande grande del cine y del teatro, de quien mis películas favoritas son Camelot, Isadora y Julia. Todavía la recuerdo en una de sus visitas a San Sebastián, acompañada de Franco Nero y de su hijo en común; en aquella rueda de prensa, Nero, con lágrimas en los ojos, confesó que Vanessa era una de las mejores personas que había conocido en el mundo. Eso no tenemos la oportunidad de comprobarlo personalmente, claro, pero su militancia política y labor altruista han sido reconocidas públicamente y, como actriz, es una de las mejores en activo y de las que están sabiendo envejecer. Recuerdo a Harris-Arturo pensando en Redgrave-Genevere y preguntándose eso de How to Handle a Woman.

    Bennett y Streisand sonríen, Almodóvar no

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  • 23 enero 2007
  • Retroclásica
  • Tony Bennett celebra su 80 cumpleaños con un espléndido (como todo lo que interpreta) álbum de dúos que no hace sino recordarnos los dos Duets de Frank Sinatra, su elegante canto del cisne pocos años antes de morir. Cabe apuntar que Bennett era (según leí hace años, pero no tengo nada que lo documente) el cantante preferido de Sinatra. En 1995 tuve la oportunidad de asistir a su concierto en el Festival de Jazz de Vitoria, que ha sido uno de los más bonitos a los que he asistido hasta la fecha.
    Bennett y Streisand tienen algo en común y es que acuden a un repertorio de standards del que cada uno se apropia (porque su voz y su talento se lo permiten) y al que generosamente transmiten su personalidad. No hacen versiones de los temas que cantan, sino que los recrean y los interpretan. Quizá Barbra peque, en los últimos tiempos, de hacer versiones algo pegajosas de todo lo que canta, haciéndonos añorar, sin duda alguna, la pureza y el lado salvaje con que devoraba standards de Broadway en sus primeros álbumes (ha publicado más de sesenta hasta la fecha y recomiendo la revisión de los primeros doce álbumes desde que firmó con la Columbia a principios de los sesenta). Esta vez los dos cantan juntos un tema de Chaplin, Smile, extraído de la banda sonora de Modern Times. Ya lo (a)bordó la diva en The Movie Album (2003) y Bennett ha hecho lo propio en diversos discos desde 1966. La que nos ocupa no es la mejor versión, pero está muy bien producida e interpretada, no deja de ser una joya para coleccionistas. Para aterrorizar a los más tiernos detractores de mi cantante favorita, aquí va un youtube de regalo de la actuación de Tony y Barbra.
    [Streisand sonríe contando la recaudación en dólares de su última gira americana, mientras piensa en hacer caja en euros próximamente...]
    El álbum de dúos de Bennett es impecable, demuestra estar mucho más en forma que McCartney o Sting (ya quisieran ellos llegar así a octogenarios, y con la que le está cayendo a Sir Paul últimamente,…). Los temas y los intérpretes invitados se han escogido con mimo. No hay un solo tema que no nos suene, que no nos guste. A destacar los dúos con dos de mis favoritos, Stevie Wonder, una revisión lenta de esa joyita musical que es For Once In My Life; con James Taylor canta Put On A Happy Face, da gusto escuchar a Taylor, que últimamente pasa un poco desapercibido; y hay una bonita versión de The Shadow Of Your Smile en inglés y español con Juanes – eso me lleva a recordar que he de conseguir, como sea, una copia de la infravalorada The Sandpiper, de Minnelli, o emprender labores arqueológicas y rescatar el VHS de alguna caja apilada en el garaje desde mi última mudanza…
    Última hora. Almodóvar se queda sin nominaciones al Oscar, salvo la de “Pe” Cruz, que lo tiene difícil frente a la favorita Helen Mirren, o a la recordwoman de candidaturas, Meryl Streep (espléndida en la mediocre The Devil Wears Prada), por no mencionar a Judi Dench, que en los últimos años ha acumulado más apariciones en la gala de los Oscars que Bob Hope como presentador (de hecho lo ganó por Shakespeare In Love) – la cosa va de reinas, ahora que lo pienso. Pero ya sabemos que todo es tan imprevisible como previsible, vamos, que hay ediciones en que todo es sorpresa y otras en que todo estaba más que cantado, así que… ya veremos, esta vez la cosa está muy repartida. A lo mejor Streep se alza con su tercera estatuilla, para irse acercando a Katharine Hepburn… Hay dos cortos españoles, uno de Javier Fesser (Binta y la gran idea) y otro del donostiarra Borja Cobeaga (Éramos pocos). Otro español, de Teruel, el compositor Javier Navarrete, está nominado por la banda sonora de El laberinto del Fauno. No está mal, aunque Almodóvar se haya quedado sin Volver al Kodak Theatre.

    Propósitos, rataplanes y las chicas Gilmore

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  • 15 enero 2007
  • Retroclásica
  • Ataco de nuevo. No es fácil hacer que coincidan el tiempo libre, la inspiración y las ganas de escribir, de ahí mis prolongadas ausencias. Pero para este recién estrenado año me hago el propósito de frecuentar un poco más este blog. Bueno, el año pasado publiqué más que el anterior, así que por qué no seguir con esta progresión, me pregunto. Es sólo cuestión de disciplina.

    También me he hecho el propósito de comer mejor (y menos y de forma más ordenada), hacer más deporte (bicicleta, piscina, monte) y leer más (algo que no sean ladrillos informáticos, por favor).

    [Breve pausa para reflexionar sobre la autenticidad y credibilidad de todos estos buenos deseos que tenemos para nosotros mismos en plena cuesta de enero].

    Bien, pasemos a los rataplanes. 20 de enero, San Sebastián y tamborrada. Cenita con los amigos, tambores y marchas de Sarriegui. Mi sobrina en la tamborrada infantil. Es una bonita fiesta y los donostiarras la disfrutamos porque sólo dura un día, que ya es suficiente. Cae en sábado, supongo que la ciudad se llenará de gente de fuera.

    [Como la mayoría de vosotros conocéis de sobra la fiesta, no merece la pena desperdiciar tiempo libre, inspiración y ganas de escribir en el asunto].

    Y llegamos a las chicas Gilmore. Me las descubrió Jose y desde entonces las devoro capítulo a capítulo en DVD. Me explico. Gilmore Girls es una serie de televisión de las de culto, ya que por horarios y calendarios ha pasado (y está pasando) por nuestras pantallas como de puntillas (TVE la está emitiendo entre semana, por la mañana). En Estados Unidos van por la séptima temporada* y su continuidad en estos momentos está pendiente de la audiencia, como siempre, y es que llegados a un punto el público es muy difícil de sorprender y se cansa de todo.

    En nuestro país nos encontramos con cinco temporadas editadas en DVD. La sexta ya se puede descargar de Internet (me apunta Jose que en dual). Y no tardará en llegar aunque sea sólo en versión original la séptima. Es importante eso de la dualidad lingüístico-sonora, porque es una delicia la versión original, pero los diálogos son tan rápidos e irónicos que hay que estar atentos a la versión doblada para captarlo todo y no perder ripio (por otro lado, la versión en español está bastante lograda).

    Puestos a describir la historia de las Gilmore, Lorelai madre y Lorelai (Rory para todo el mundo) hija, son dos chicas jóvenes y valientes que viven en un (supuesto) pueblo de Connecticut, Stars Hollow, que para que nos entendamos es como el añorado Cicely de Doctor en Alaska versión Nueva Inglaterra. Vamos, un microclima con personajes pintorescos, cada uno con su carácter, su mundo, sus neuras, sin desperdicio. Los diálogos son estupendos, las situaciones a veces rozan lo hilarante, la historia ha ido in crescendo desde el primer capítulo. Hay que destacar el buen trabajo no sólo de sus protagonistas, Lauren Graham y Alexis Bledel, sino también de toda la legión de secundarios que pueblan ese pequeño cosmos tan particular entre Hartford y Yale.

    Ya voy por la quinta temporada*.

    *Temporada. Hasta hace bien poco era un concepto muy poco usado por la audiencia en el sentido televisivo. Ahora todos decimos “me he bajado la cuarta temporada de Friends” o “ya ha salido en DVD la segunda de Perdidos”. Será porque nuestras teles nos tenían tan acostumbrados a mostrarnos todas esas series de manera desordenada, sin continuidad, casi aleatoria y con repeticiones; vamos, como se emiten los Simpson por Antena 3. Ahora que el mundo audiovisual se ha dado cuenta del gran filón que hay con la comercialización de las series de TV, se ordenan por temporadas, y éstas hasta por capítulos. Ay, la ciencia adelanta una barbaridad…
     
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