(Foto: Kalipedia. Carmen Martín Gaite y Rafael Sánchez Ferlosio)
Calila, como la llamaban sus allegados, ha sido irremplazable. Como cada miembro de su generación, ella se encargó de plasmar la experiencia, los sentimientos y los pensamientos de quienes vivieron la infancia durante la guerra civil y fueron pasto de sus consecuencias.
La vida de Gaite tampoco fue un camino de rosas, aunque, quién lo iba a decir, parece que sólo su cabello fuera el auténtico catalizador de sus tragedias. Leerla o escucharla, verla en sus fotografías daban, en apariencia, la impresión de que fuera una persona alegre que seguía albergando a una niña dentro de su cuerpo resistente a la ancianidad. De todas sus fotografías, me quedo con dos, la Carmiña asida al caballo de un tío-vivo en la época de "Caperucita en Manhattan", y la Carmen Martín Gaite que siempre llevaba un gorro-boina con un prendido imaginativo como queriendo contener todos los pensamientos que parecían salir de debajo de su envidiable mata de pelo blanco.
Desde aquí el deseo de que sus libros sigan viviendo, que, para vivir, deben ser leídos.
Actualización 13 agosto 2010:
Carmen Martín Gaite en escritoras.com (una web excelente)
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