Calle 14: julio 2008

Algunas estrellas brillan, yo sudo

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  • 31 julio 2008
  • Retroclásica

  • Ya lo dije: no hay nada mejor que no esperar NADA de un concierto. Sobre todo cuando lo que se va a presenciar sobre el escenario es brillante, irrepetible. Cuando una piensa en las estrellas de Hollywood las imagina como algo lejano e inalcanzable, más cuando sostienen el estatus de diva (o divo) y ejercen como tales. Además, hay figuras que llevan varias estelas tras de sí; Liza es una de ellas: su bagaje es variado y su recorrido largo. Por suerte, el domingo 27 tuvimos la ocasión de comprobar que ha sabido administrar bien su herencia, que está ahí para transmitirla y que, a pesar de los rumores, recaídas, cicatrices y leyendas, es una profesional del escenario, una actriz de los pies a la cabeza, y sus dotes como cantante y show-woman no se han perdido.

    Lo cuentan los periódicos: nos dejó a los habitantes del Kursaal anonadados, emocionados, embriagados. Podría seguir empalagando este texto con epítetos. Liza dio cuenta de toda la profesionalidad acumulada en sus rodillas y su cadera, a saber lo que le estaba haciendo sufrir el dolor de moverse. Si en la primera parte del concierto hizo uso de la silla para transmitirnos su repertorio más intimista (soy lo suficientemente inteligente como para no esperar al segundo acto para sentarme, dijo), en la segunda parte no paró de bailar, de comunicar, de contagiarnos la energía con que le alimentó Kay Thompson en los momentos en que Liza más lo necesitaba.



    Kay Thompson merece una mención aparte. Ella y nada menos que Ira Gershwin (el hermano de George Gershwin) fueron los padrinos de la hija de Vincente Minnelli y Judy Garland (ya sé que me repito, pero creo necesario que estos nombres ilustres no se olviden entre la gente que nunca ha visto cine clásico, que por desgracia empieza a ser muy numerosa). Para quienes no sepan quién fue Kay Thompson, no tengo más que hacer una recomendación: ver la siempre agradable Funny Face (Una cara con ángel, de Stanley Donen, 1957), donde la dama es capaz de eclipsar a los mismísimos Fred Astaire y Audrey Hepburn. Todo lo demás puede encontrarse en Internet: autora de libros infantiles (Eloise), compositora, arreglista, cantante, maestra de cantantes, actriz, empresaria...


    Lo bonito fue el acto de reconocimiento que hizo Liza en la segunda parte de su espectáculo: un homenaje a Kay, quien en cierto modo se hizo cargo de Liza cuando su madre desapareció. Como contaba entre canción y canción, Kay era un auténtico torbellino, una persona vital, enérgica, fuerte. Es quien más hizo por infundir lo que Liza denominó self-confidence (confianza en sí misma). Como relató, la última imagen que tiene de ella es Kay, desde un balcón, diciéndole, "Liza, happy EVERYTHING!".

    Uno de los números interpretados en esta parte del concierto era la canción (compuesta por Thompson y Gershwin) titulada LIZA, de la cual Vincente tomó el nombre para su hija. Parte de ese homenaje estaba aderezado con cuantro cantantes-bailarines que emulaban a los Williams Brothers, de los que formaba parte el cantante Andy Williams.


    Finalmente, Liza nos obsequió con New York, New York y antes de bajar el telón, exhausta, nos regaló un tema a capella, I'll be seeing you. Lo dejó todo sobre el escenario, en el que brilló, aunque nos llegó a confesar: Some stars glitter, I SWEAT!


    Veamos a Kay Thompson en el número de Funny Face "Think Pink", antes de que ése fuera el título de un corto de La Pantera Rosa...

    Liza with a K

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  • 27 julio 2008
  • Retroclásica


  • Tras la experiencia de escuchar a Dianne Reeves en la sala de cámara del Kursaal y sólo minutos más tarde a Diana Krall en el auditorio, llega el plato fuerte, la clausura. Liza, con Z, con todo su bagaje de estrella, de hija de estrellas, y con todo lo de leyenda negra que le ha ido acompañando. Como ocurrió con el concierto de Barbra hace un año, es mejor no hacerse ilusiones, no esperar nada, dejarse llevar y emocionarse, de esa manera el concierto al que asistes termina siendo inolvidable. (Foto: http://www.officiallizaminnelli.com/index.html)

    La diferencia es que Barbra ha llegado hasta hoy en forma, ha sido retratada más por sus romances, excentricidades y activismo político que por otra cosa, y es que no parece ser de las que hayan ahogado sus penas en el alcohol precisamente. Pero Liza siempre ha arrastrado el talento y también el destino trágico de su madre. Ser hija de Vincente Minnelli y Judy Garland ha sido un privilegio indiscutible, y conociendo su trayectoria y la de su madre no dejamos de ver que cada día se parece más a la pequeña Frances Ethel Gumm.

    Esta mañana he dado un largo paseo por la ciudad escuchando en el iPod Judy Garland and Liza Minnelli Live at the London Palladium (1964), que con Judy at Carnegie Hall (1961) son dos de mis álbumes favoritos. En ese mano a mano con su madre, Liza tiene apenas 18 años y promete. De hecho, triúnfa en Broadway (Flora, the red menace) y no tarda en irrumpir en el cine con esa delicia de película, The Sterile Cuckoo (1969), tan difícil de conseguir si no es gracias a la generosidad de las redes p2p. Y llega a la cumbre de la mano de Bob Fosse (qué grande) que le regala el papel de Sally Bowles en Cabaret (1972).


    En adelante, New York, New York de Scorsese y el especial para TV Liza With a Z, así como su intervención en Arthur y Stepping Out serán lo más reseñable de su carrera, que terminará centrándose más en los espectáculos en directo (giras con Sinatra y Dean Martin). A finales de los 80 los Pet Shop Boys la relanzan a las listas de éxitos: producen el álbum Results, del que hay que destacar un tema de Sondheim (¡de rodillas!), Losing My Mind, extraído de su musical Follies.



    (Como es de esperar, a mí me sobran los Pet, los Shop y los Boys... y prefiero otras versiones, como la de Tim Curry o ésta de Miss Peggy Lee)



    Esta tarde, a las ocho y media, Liza en el Kursaal.

    Tinnitus

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  • 24 julio 2008
  • Retroclásica
  • Desde hace unas semanas un molesto zumbido ha encontrado acomodo en mis oídos. El otorrino dice que no ocurre nada, es más, que tengo un oído perfecto que ya quisiera para él. El caso es que esta perfección empieza a ser más que molesta, porque no sólo hay que aguantar en el silencio de la noche este extraño sonido similar al que emite un televisor, sino porque parece que viene acompañado de cierta hipersensibilidad.

    Claro que, viéndolo de otro modo, mis abuelos maternos murieron sordos; recuerdo cómo en sus últimos años mi abuela sufrió muchísimo por culpa de ese aislamiento implacable al que se veía sometida. No se entretenía ni con películas mudas, en las que podía disfrutar simplemente de la narración visual: El maquinista de la General, los cortos de Chaplin... Nada le interesaba. Ni siquiera algo que le gustaba tanto como los toros. Se centraba en su afición, el ganchillo, con el que supongo que llevar la cuenta de los puntos le permitía escucharse a sí misma en su imaginación, y si alguien le preguntaba dónde vas, decía manzanas traigo. Ella hubiera preferido mil veces tener este zumbido.

    Hay días que parece que han subido el volumen de todo. La gente habla muy alto, la radio tiene más interferencias, el tráfico parece multiplicarse y los niños de la plazoleta gritan sin parar.

    Si hay algo a lo que me he vuelto más sensible si cabe es a escuchar cosas aparentemente inofensivas. Hoy, en la radio, entrevistaban al director del Reina Sofía acerca de la limpieza y estado del Gernika. Se puede leer en El País: "Cuando todo el estudio haya concluido lo moveré". Sí, lo moverá él solito, supongo, porque lo hará en contra de la opinión de quienes dicen que es mejor dejarlo donde está. Esta persona desconoce las virtudes de utilizar el plural de modestia, que no el mayestático. Y eso dice mucho de quien que está al frente de un proyecto en el que toman parte muchas personas: las que han apeado con sumo cuidado el mural de Picasso, las que lo han rastreado y analizado y radiografiado; las que con mucho mimo y milímetro a milímetro le han quitado el polvo; las que han buscado una iluminación más apropiada para su óptima contemplación, evitando que se deteriore; y las que lo han aupado de nuevo a la pared en la que habita. Este hombre, ninguneando a su equipo, ha echado mano de la primera persona del singular en casi todos sus verbos, colocándose descaradamente una medalla, como diciendo "descolgué el cuadro, lo limpié, lo analicé, hice un informe y lo volví a colgar".

    Ésta y otras perlas que me veo obligada a escuchar, creo que han provocado el tinnitus. Pero estoy en tratamiento: dentro de un rato Monty me lleva a un concierto de Dianne Reeves y después a otro de Diana Krall.

    ¡Fñac!

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  • 11 julio 2008
  • Retroclásica
  • Me encanta la idea de pasar diez días viendo películas de Mario Monicelli. Eso será en septiembre, con el festival. Paso por alto el asunto del cartel de la próxima edición, no sé si me convence la idea de ver mi ciudad poblada de esa especie de dadaísmo rosa en las próximas semanas.

    Monicelli es un joven nonagenario en plena forma, eso me cuenta la gente del festival que ha decidido homenajear, una vez más, a la comedia italiana. Hace ya diez años que el género del realismo cómico del país de la lasagna recibió su merecida revisión en Donostia; vimos las obras grandes de Risi, Scola, Comencini, De Sica,... Redescubrí al gran Totò y me topé con películas de las que nunca se olvidan, pero especialmente dos: Il sorpasso y C'eravamo tanto amati. Fueron dos ediciones que hicieron un barrido de la comedia italiana desde los años cuarenta hasta la década de los setenta. Pensé que no volvería a tener la oportunidad de ver otro ciclo igual en las condiciones ideales: una sala de cine a carcajada limpia.

    Creo que sólo nos hemos reído más el año de Lubitsch. Pero esta edición promete, al menos revisando obras como La grande guerra, La mortadella o Amici miei. A lo mejor estoy sugiriendo una burrada, pero en el fondo es pasarlo igual de bien que revisando las películas firmadas por Azcona, Berlanga, Forqué... Qué hay de malo en comparar Atraco a las tres con I soliti ignoti. O a Bienvenido Mr. Marshall con Guardie e Ladri.

    Aguardo impaciente el momento de pasar por moviola para que los chicos de la filmo me cuenten qué se esconde en las latas.

    Y ahora, reportaje de investigación.

    Qué gran invento, el móvil con cámara de fotos. Si no fuera por él, no dispondría de estos valiosísimos documentos gráficos (amén de distintas poses de los vehículos de la guardia municipal donostiarra, aparcados en zonas prohibidas, dando ejemplo de lo que no hay que hacer). Bien, creo que no caben más comentarios, sino observar en qué se ha convertido el negocio del cine clásico: ya no atraen los títulos, ni los nombres de las estrellas o los directores, ni el rugido del león de la Metro o el rataplán de la Fox. Nada de eso. Los árboles, que no dejan ver el bosque; o el bosque, que no deja ver los árboles.

    Sirva mi reportaje gráfico para proponeros el concurso el verano: ejercicio de agudeza visual.
    Espero vuestras respuestas, habrá premio para quien demuestre estar más enfermo de cinefilia.

     
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