Calle 14: noviembre 2009

Si la cosa funciona

7
  • 24 noviembre 2009
  • Retroclásica

  • Con el otoño vuelve la rutina, el curso escolar. En los últimos meses había dejado de ir al cine, por lo que he ido recuperando las películas de estreno en casa, según iban saliendo en DVD. Así, he podido disfrutar de La duda, Milk y El curioso caso de Benjamin Button, entre otras, sin surround palomitero ni banda de cotorras comentando cada detalle de la película. Y como no debo dejar que tales minucias me aparten de las butacas de mi cine favorito, he trasladado mis sesiones al miércoles y al viernes por la tarde (cosa que no es garantía de una sesión tranquila de sonido nítido).

    Así que al menos he podido disfrutar, entre otras del montón, de un par de buenas películas: el retorno de Woody Allen a Manhattan con Si la cosa funciona, y otra excelente obra de Campanella, El secreto de sus ojos. También ha comenzado un nuevo ciclo de Nosferatu dedicado al thriller norteamericano de los años setenta, lo que nos ha permitido ver, por ahora, la espléndida Bullit de Peter Yates y El detective, de Gordon Douglas. La cita semanal, cada miércoles, nos da la oportunidad de ver mañana en pantalla grande Shaft (1971), de Gordon Parks.



    Si la cosa funciona es una comedia ácida e irónica que trata sobre las obsesiones habituales de Allen, pero dando otra vuelta de tuerca al amor, la muerte, el sexo y Dios, entre otras cosas. El primer acierto es su nuevo álter-ego, Larry David, guionista de Seinfield, que hereda los tics, las gafas, la hipocondria y el desdén por lo vulgar y cateto de los antológicos protagonistas de Manhattan, Annie Hall o Delitos y faltas. Como siempre, la película se sostiene sobre un guión ingenioso, de frases brillantes, poblado por unos personajes que contribuyen sin florituras a tejer la comedia que, desde la primera secuencia, no se anda con rodeos y se dirige directamente al espectador, quien casi acepta con naturalidad verse incluído en el saco de idiotas y gusanos del mundo que rodea a Boris Yellnikoff (Larry David), en el cual, sin desearlo, se cuela una pueblerina de la América profunda, Melodie (Evan Rachel Wood), escapada de su familia y educación puritana con la intención de disfrutar de la vida siendo una pecadora. Melodie cumple con todas las premisas del prototipo de gusano idiota e ignorante con el que Boris jamás se codearía y éste no tiene ningún problema en insultarla a la cara, y es quizá esa ingenua, humilde y sincera aceptación de lo que es y deja de ser lo que, en el fondo, provoca que la chica sureña encaje como un guante en la vida y el hogar de Boris. Tanto que, con el tiempo, empieza a pensar y opinar como Boris. Hay dos momentos claves (e hilarantes) en el desarrollo de la película, la llegada de la madre puritana y, más tarde, la del padre, en busca de la hija perdida, aunque más bien lo que hacen es encontrarse a sí mismos y someterse a esa profunda reconversión que sólo el cosmopolita Manhattan puede provocar en los catetos pueblerinos...

    La visión irónica de Allen reporta una colección de chistes muy sutiles e inteligentes, no sólo verbales, sino también visuales y conceptuales. Algo de lo que no fue capaz en sus últimas películas europeas (con la excepción de la brillante Match Point), y es que quizá Allen se siente más capaz de reírse en su tierra, por reírse de sí mismo sin complejos. O porque quizá respeta demasiado a sus fans europeos, quién sabe. El caso es que Woody ha vuelto a Manhattan y, con ello, a crear comedia pura, inteligente y sin complejos.

    Ultimátum a la tierra

    4
  • 14 noviembre 2009
  • Retroclásica


  • Me he negado a ver el reciente remake de esta apreciadísima obra de Robert Wise que pudimos contemplar en pantalla grande en el Zinemaldia de 2005. A quienes nunca hayan visto el original, sus efectos especiales, maquetas, personajes y planos les pueden parecer anticuados, casi de serie "B". Pero quedarse en esa capa de la película es no entrar en ella. Una película de 1951 que habla sobre una advertencia a la humanidad es un reflejo de lo que se estaba viviendo en el mundo después de la II Guerra Mundial.

    Así que recomiendo revisar esta obra quitándonos de encima esa capacidad del público de hoy para dejarse deslumbrar por los efectos especiales y en cambio quedarnos con el mensaje, con la metáfora, y reflexionar sobre el hecho de que todo, absolutamente todo lo que cuenta esta historia, es moderno y vigente.

    Sí, cada día reniego más de las películas que basan su capacidad de atraer al público única y exclusivamente en la carísima producción y posproducción digital. Que viva el cine de buen guión y personajes consistentes.
     
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